Límites de tiempo
Los límites de tiempo son los más evidentemente necesarios, pero los más difíciles de implementar.
La falta de límites de tiempo ha sido una de las principales causas de estrés durante la cuarentena: es la razón por la que sientes que trabajas TODO EL DÍA. Lo cual es lógico, porque (aunque de manera intermitente), estás trabajando TODO EL DÍA.
–> ¿A qué me refiero con “de manera intermitente”?
A que no estás reaaaalmente trabajando TODO el día. A lo mejor te despiertas más tarde de lo normal, ves un rato las noticias, tienes una junta virtual, ves otro rato las noticias, comes con tu familia, tienes otra junta virtual, luego otra, y antes de irte a dormir revisas y contestas mails.
–> ¿Alguna vez has visto una película que desde el principio te estaba gustando, pero luego el final no te gustó nada? Generalmente, cuando una película tiene un final malo, te quedas con la idea de que es mala, aunque todo lo demás te haya gustado.
Lo mismo sucede con tu día. Aunque no hayas trabajado literalmente TODO el día, si terminaste el día trabajando, te vas a quedar con esa idea.
En teoría, los limites de tiempo en una oficina están claramente definidos. Y digo “en teoría”, porque sé que hay oficinas que no siempre respetan los horarios, pero ese sería un tema para otro artículo. Como decía, en teoría, los limites de tiempo en una oficina están claramente definidos. Trabajas de 9 a 5, o de 8 a 2 y de 4 a 7, o de 7 a 3.
En tu casa es otra historia. Sin un horario de trabajo preestablecido, es fácil acabar trabajando a todas horas. Vas al súper en la mañana, pero no importa, porque en la tarde sigues trabajando. Vas por un café con tus amigas en la tarde y en la noche regresas a trabajar. Ya te vas a ir a dormir, pero te llega la inspiración y “agarras un segundo aire” para seguir trabajando.
O al revés, te la pasas, como dice mi mamá, carlangueando, y nunca te pones a trabajar. Sucumbes a las distracciones del hogar (que bien pueden ser ver Netflix o reordenar tu alacena) y te atrasas en todo lo laboral.
Sin límites de tiempo definidos, el home office se vuelve un caos.
Algunos tips para definir límites de tiempo:
–> Ponte un horario… ¡y respétalo!
Abby Glassenberg, bloguera, fundadora de la Craft Industry Alliance y ama de casa, tiene una estricta división de tiempos. Empezó por separar su rol laboral de su rol familiar, para no hacer tareas del hogar durante sus horas del trabajo. Si bien, como dice, sería muy fácil poner la lavadora para que haga lo suyo mientras ella escribe, no lo hace porque la lavadora es parte de su rol en el hogar, que empieza cuando acaba su día de trabajo. Hay personas a quienes les funciona mejor una completa flexibilidad, pero a mí me gusta más el enfoque de Abby.
–> ¡Comunícate con claridad!
Cuando trabajas con un equipo, la comunicación es esencial. (De hecho, a veces una mala comunicación se puede confundir con una mala gestión de tiempo, pero esa es otra historia). Habla con tu equipo para establecer límites entre ustedes y con externos.
Nadie tiene por qué contestar mensajes o llamadas de trabajo a las 10 de la noche, pero si no vas a contestar a esa hora, es mejor comunicarlo desde el principio. Como dice la expresión: “Cuentas claras, amistades largas”, pero aplicada al tiempo.
–> Llega a acuerdos.
No a todo un equipo le funciona un mismo horario, por lo que encontrar un horario que funcione a la mayoría es lo ideal. (Si alcanzar una decisión unánime no es posible).
–> Haz una planeación semanal.
No todos tus pendientes son “para mañana”, pero si no haces una planeación semanal, es fácil que lo pienses. La falta de planeación te hace caer en el síndrome de “todo es para mañana” (o peor, “para ayer”).
Por ejemplo: a lo mejor tengo que enviar unos papeles el miércoles, un contrato el jueves y publicar un artículo el viernes. Sin una planeación que me indique qué tarea hacer cuándo, muy fácilmente podría desvelarme el martes tratando de acabarlo todo (pasándome de mi horario de trabajo y trabajando horas extras por voluntad propia).
(…O desvelándote diario si procrastinaste todas tus tareas).
–> Sé tajante con lo que tienes que hacer y no tienes que hacer.
Va un poco de la mano con el punto anterior, pero este punto va para las y los fans de “adelantar” cosas. Claro, el lunes podrías adelantar el trabajo del martes, el martes adelantar el del miércoles, el miércoles el del jueves y así sucesivamente.
Si de adelantar se trata, siempre hay algo que puedes adelantar. Si acabaste temprano un día, va, adelanta lo que quieras, pero si no, mejor apégate a tu planeación y acaba tu día de trabajo a la hora que acaba. No te preocupes, si hiciste bien tu planeación, la tarea no se va a quedar sin hacer.
Límites espaciales.
Definir límites espaciales también puede ayudarte a definir límites temporales. Aunque la descripción suena muy elegante, en realidad a lo único que me refiero es a que tengas un espacio asignado para trabajar.
Tener un espacio asignado es importante no sólo como apoyo para los límites de tiempo, sino para tu paz mental. Cuando trabajas en todos lados de tu casa, tu cerebro empezará a relacionar toda tu casa con el trabajo. ¡No tendrás ningún espacio libre donde puedas relajarte al 100%!
Cuando renuncié a mi trabajo en un despacho y empecé a trabajar en Mariana y la Vida de tiempo completo (100% desde mi casa), lo primero que hice (además de planear mi horario) fue delimitar mi espacio de trabajo.
Era muy importante para mí porque no tengo una habitación específica para mi oficina. Vivo con mis papás y hermana, por lo que cada quien tiene su cuarto y lo demás son espacios comunes. Eso quiere decir que el espacio donde trabajo es el mismo donde duermo. Sin delimitar mi espacio, ¡mi mente siempre asociaría mi cuarto con el trabajo!… (Nada ideal a la hora de dormir).
A continuación te comparto algunos tips para definir límites en tu espacio (aún cuando no tengas un cuarto especial para tu oficina, como yo).
–> Convierte un cuarto en tu oficina.
Este tip es, por supuesto, para quienes tienen la posibilidad de hacerlo. Si en tu casa tienes un estudio o una habitación que nadie esté usando, ¡conviértela en tu oficina! En este escenario ideal, tu home office (literalmente) se convierte en tu principal estrategia para ayudarte a respetar tu horario. (¡Pero tienes que respetarla como lo que es!: tu oficina).
Llega puntual en la mañana a la hora que empieza tu día de trabajo, ¡como lo harías en cualquier otro trabajo! Cuando acabe tu horario laboral, apaga tu computadora, impresora y cualquier otro aparato electrónico, sal de tu oficina y cierra la puerta.
Importante: una vez que salgas de tu oficina, ¡ya acabaste de trabajar!
No vuelvas a entrar, no prendas la computadora otra vez y no contestes mensajes, llamadas, ni correos de trabajo. Haz de cuenta que te fuiste de la oficina y todo el trabajo se quedó allá. No tienes nada en tu casa.
Esto requiere de mucha autodisciplina, pero es posible. Cuando me escriben mis alumnas, asesoradas o interesadas en mis asesorías y ya apagué mi computadora, ¡lo veo hasta el siguiente día que la vuelvo a prender!
(Y no, no se ha acabado el mundo).
(Ni Mariana y la Vida).
Es más, déjame ser la primera en decírtelo: no se va a acabar el mundo por dejar a tu jefe o a un cliente en visto.
A lo mejor se acaba por el coronavirus, pero por dejar a tu jefa(e) en visto, ¡nunca!
(Sí, si te regaña le puedes pasar mi blog, yo me peleo con ella o él).
–> Reacomoda tus muebles.
A veces, un simple re-acomodo de muebles es lo único que necesitas.
Antes tenía mi escritorio en la esquina de mi cuarto, pegado a la pared (digamos paralelamente). Apenas lo giré para que quedara perpendicular a la pared. Algo así, pero menos instagrameable.
Sigue en la misma zona de mi cuarto y todos los demás muebles se quedaron igual, pero ese sencillo cambio automáticamente creó una “nueva zona” en mi cuarto y delimitó mi espacio.
–> Crea una división temporal.
Durante un tiempo, usaba un rack de ruedas (de esos que se usan para colgar ropa), para dividir mi espacio personal, de mi espacio de trabajo. Le colgaba una tela y lo ponía detrás de mi escritorio, lo que generaba un efecto de “biombo” casero. (O, como diría mi abuela, caserito 😉 ), Además, la tela me servía de fondo para hacer transmisiones en vivo, o sea que tenía un uso doble.
Jalar el rack detrás de mi escritorio significaba: oficina cerrada.
–> Asígnate una mesa de trabajo.
Si no se te ocurre cómo acomodar tus muebles ni quieres usar un “efecto biombo”, puedes simplemente escoger una mesa de tu casa y designarla tu mesa oficial de trabajo. Puede ser la mesa del comedor, el desayunador, o la que tu quieras. No es lo ideal porque mezclas la función personal con la laboral, pero sigue siendo mejor que andar con tu laptop por toda tu casa y trabajar donde tu corazón (o tus pompas), te pidan sentarte en ese momento.
Límites para tu paz mental.
A estos no sabía cómo llamarlos: mentales, de perspectiva, de consciencia, de pensamiento… No hay una palabra justa, entonces te los explicaré con una situación de la vida real:
Mi último trabajo fue como project manager en un despacho de diseño. Como era un puesto administrativo que en esencia consistía en corretear a todos con sus entregas, me dieron las llaves de la oficina para abrir temprano en la mañana y cerrar al final del día después de que el último diseñador saliera. Si has trabajado en una oficina (o ido a la escuela), conoces esa sensación de “ya casi es la hora de la salida” conforme avanza el día.
Cuando era hora de irse, las últimas personas en el despacho y yo, apagábamos todas las luces, salíamos y me esperaban en lo que cerraba con llave. Esa sensación de ligereza cuando te vas a tu casa, pasas la llave y te alejas de las luces apagadas de la oficina es a lo que me refiero con “límites para tu paz mental”. Esa separación inexplicable que se da en tu cerebro entre tu vida laboral y personal, que se activa después de la hora de la salida.
Reproducir esa sensación en tu casa es más difícil porque acabando el día de trabajo te quedas en el mismo lugar, pero sumando los límites temporales, espaciales y los tips que te daré a continuación, puedes lograrla convincentemente. El chiste es mandarle a tu cerebro la señal de: ¡pst! ¡ya se acabó el día de trabajo!
Supongo que es la misma sensación de cuando te despiertas y POR FIN ES VIERNES, que hubiera sido una manera más rápida de explicarlo, pero no sería yo sino escribiera artículos innecesariamente largos 😉
Van los tips:
–> Enciende una vela.
Este tip lo escuché en el podcast A thing or two y me pareció una gran idea. Una de las presentadoras del podcast compartió que, como su departamento es muy pequeño y trabaja en la mesa del comedor, lo que hace para entrar en modo relax es encender una vela aromática. Una vez que enciende la vela, se acabó el día de trabajo.
–> Guarda tu computadora.
Si le haces como la presentadora del podcast y trabajas en la mesa del comedor (o similar), guardar tu laptop en su funda es una gran manera de establecer un límite. Suena muy simple, pero el chiste para que cualquiera de estos tips te funcione es que los respetes. Eso quiere decir que, una vez que guardes tu laptop, ¡de verdad no hagas nada de trabajo!
Compu guardada = oficina cerrada.
–> Cámbiate de ropa (o ponte pantuflas).
Una de mis cosas favoritas cuando regreso a mi casa es ponerme pijama y pantuflas. 🙂
En este caso no estás “regresando” a tu casa porque ya estás ahí, pero el cambio de ropa es otra manera de salir del “modo oficina”.
En la mañana vístete como si fueras a salir y, una vez que acabe tu día de trabajo, cámbiate por lo que te pondrías regresando de la oficina. (En mi caso es pijama y pantuflas, pero simplemente puede ser quitarte tu bra o ponerte algo más cómodo).
–> Adiós pantallas.
¿Acostumbras revisar tu celular justo antes de dormir? Una de las mejores maneras de dar paz a tu cerebro es apagar todas las pantallas: teléfono, tableta, computadora, etc. ¡Prueba apagar pantallas cuando acabe tu día laboral! Aprovecha para leer, hacer ejercicio, hacer manualidades, etc.
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