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El método que enseño en mis cursos y asesorías consiste en “diseñar tu semana”, lo cual, de manera resumida, significa crear un horario de tu semana a modo de “plantilla”, al cual llamo “el mapa de la semana”. Esta plantilla, o mapa, sirve como base para planear cada semana. (Siempre sugiero tener una sesión de planeación al final de cada semana para planear la semana siguiente).
Tener un mapa siempre es útil; el problema es cuando te tomas el mapa demasiado en serio. Si te aferras a una ruta específica, cuando te topas con un bache o una calle cerrada, ya no sabes qué hacer.
Ser flexible es clave para no quedarte sin ruta: ser capaz de desviarte y después regresar a la ruta original.
La espontaneidad también es clave: ser capaz de hacer cambios en el momento en el que se necesitan.
(Y te lo dice la persona menos espontánea del universo).
Cuando vas manejando y te topas con una calle cerrada, por ejemplo, tienes que ser capaz de tomar una decisión en ese momento. —¿Qué hago? ¿Qué ruta sigo ahora? ¿Qué camino me desviará menos de la ruta planeada para llegar a mi destino?
También se puede dar el caso de que no te encuentres calles cerradas, pero de todos modos tomes decisiones espontáneas para alterar la ruta que el mapa te indica. Tal vez en el camino te das cuenta de que la ruta que habías elegido no era la óptima. Llegas a una encrucijada y te acuerdas de un atajo que te compartió una amiga. En ese momento tomas la decisión de tomar el atajo (aunque no sea la ruta que hubieras planeado originalmente).
Pero encontrar un equilibrio también es clave, porque demasiados cambios también pueden perderte. Está bien si al momento decides hacer un cambio; dar vuelta en una calle no tan transitada para ahorrarte un tramo de tráfico. Pero si después de esa decisión espontánea tomas otra y otra y otra —das vuelta en otra calle que tampoco habías pensado, tomas otra ruta que parece ser otro atajo y luego te metes a un callejón— cuando te das cuenta, ya no sabes en dónde estás.
Encontrar el balance entre demasiada flexibilidad y demasiada rigidez es difícil. El mejor consejo que te puedo dar es que sólo hagas cambios en tu ruta mientras puedas seguir visualizando el destino final. Cuando pierdes de vista tu destino, los cambios se vuelven contraproducentes.
Lo mismo sucede con tus planes.
Puedes estar siguiendo el mapa de tu semana al pie de la letra y de pronto toparte con un imprevisto que te obliga a modificar un poco tus planes. También puede ser que sobre la marcha te des cuenta de un cambio que haría tu día más eficiente. A lo mejor habías planeado terminar un pendiente de trabajo a las 12 p.m, pero a las 10 a.m. te das cuenta de que tienes un espacio de tiempo para terminarlo.
Hacer ese tipo de cambios está bien, siempre y cuando puedas seguir visualizando el resultado final que tenías en mente cuando hiciste tus planes. Siempre y cuando sepas cuál es la mejor manera de ocupar el espacio de tiempo que se liberó a las 12. Si empiezas a hacer un cambio tras otro tras otro hasta que ya no sabes qué hacer, la flexibilidad se convierte en un problema.
Los cambios son bienvenidos mientras no te sientas perdida.
¿Mi consejo?
Mi consejo es que sigas tus planes siempre que se pueda, sobre todo si eres “principiante” en esto de la planeación. A veces nos confiamos de que tenemos todo “fríamente calculado” y llega un imprevisto a darle en la torre a nuestros cálculos.
Haces un cambio y otro y otro y todavía no te sientes perdida, pero llega el imprevisto y justo eso es lo que te pierde. Ahí es cuando en las asesorías escucho: “No, Mariana, te juro que si no hubiera sido por ese imprevisto, todo hubiera salido perfecto”.
Si vas manejando por la ruta que habías planeado y te topas con una calle cerrada (un imprevisto), puedes desviarte un poco y luego retomar el camino. Pero si habías tomado la decisión espontánea de cambiar tu ruta por una diferente (que no necesariamente conoces igual de bien), y te topas con una calle cerrada ahí, es más fácil que por haberte desviado te encuentres en una parte de la ciudad que no conozcas.
Haz cambios sólo cuando sean necesarios o cuando te sientas tranquila de que el cambio es la mejor decisión.
Te diría lo siguiente: confía en tu yo del pasado. Tu plan lo definiste en un momento en el que tu perspectiva era más amplia, cuando tenías toda la información necesaria a la mano, estabas considerando las variables disponibles y tomando en cuenta el (o los) posibles resultados. Los cambios “del momento” no necesariamente tendrán esa misma perspectiva.
El plan lo planeaste por una razón. Confía en el plan.
¿Te cuesta trabajo confiar en tus planes porque no sabes si los estás haciendo “bien”? Escríbeme para agendar una asesoría individual o inscríbete a mi curso Diseña tu Semana. Las inscripciones se abren el lunes 13 de septiembre.
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